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jueves, 27 de octubre de 2022

Phare du Haut-Fond-Prince


 Se yergue ante nosotros una estructura imponente, surge de entre las aguas del río Saint Laurent, a las orillas del fiordo de Saguenay, a siete kilómetros de Tadoussac, en Quebec.

Como íbamos en un barco intentando tomar fotos de ballenas, belugas y focas, la atención estaba enfocada únicamente en el lado del barco en el que me asenté por un buen rato. Los vientos eran gélidos y no mentían cuando nos decían que debíamos llevar ropa invernal, cubrir oídos, manos y cuerpo. Yo no soltaba el lente de mi cámara, listo para capturar velozmente cualquier animal marino que se dejara asomar en la superficie de las frías aguas. 

Y en eso, sin estar preparado para ello, veo que nos vamos acercando al faro que se construyó en una especie de plataforma metálica en 1961. Nada capta más mi atención que la estructura, sobre la cual chocan leves olas constantemente. Veo una rendija por donde subían una escalera las personas en aquellos tiempos, y me fijo en el metal roído pero firme, el rojo intenso, a pesar de ser un día nublado y frío. Cuenta la leyenda que durante su primer invierno funcional, tres guardianes fueron sacudidos e incomunicados por una fuerte tormenta, cuyas olas llegaron a la plataforma e inundaron el refugio principal, obligándolos a subir a la torre, en donde tuvieron que esperar a que calmara la tormenta 36 horas después.

Uno se imagina todo eso mientras la estructura se asoma poderosa y mística a escasos 20 metros de distancia, mientras que mi cuerpo helado pide un poco de calor. No basta decir que quedo perplejo; sigo hasta espantado por la historia y la trágica sensación de potencial muerte que habrían sentido los guardianes sesenta años atrás, en lo alto de aquel faro en medio de las inclementes aguas gélidas del Saint Laurent.