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lunes, 3 de septiembre de 2018

El mundo a través de los ojos de Abby

Abby (qepd) bañada en Luz. Autorretrato.

El siguiente texto es una descripción breve y poco precisa de las fotografías que Abby Soto compartió en su cuenta de Flickr, desde que la abrió, hasta que dejó de subirlas debido al cáncer que se la llevó a otro mundo, privándonos de su alma añeja, su particular y bella forma de ver el mundo, su capacidad de asombro y sensibilidad que hacen tanta falta en las personas hoy en día. Es un pequeño homenaje a lo que capturó y nos permite, aún a través de su ausencia, revivir con claridad a través de sus fotos. El siguiente es el link de su galería en Flickr, y los textos que siguen, mis descripciones de sus capturas.

Flickr, Abby Soto

Capas de óxido de un metal que sobresale de una superficie

Iluminas una botella de vidrio de coca cola, le bajas una femenina falda de perlas rojas

Te acercas a esas perlas rojas, se deja ver el lente de tu cámara y la lámpara que brilla encima de ti

Haces notar el detalle en la botella: 08 Fv 40, y tu mano probablemente tras girarla un poco

La botella vista desde arriba, desde el cuello, con un fondo vidrioso y desenfocado. El interior de la botella.

Motores de algún aparato polvoso y complicado de entender

Las ocho cuarenta y cinco con cuarenta y ocho segundos de un reloj Chanel J12 Automático en tu mano

Enfocas el enchufe de algún aparato y la fotografía balancea luz y sombra, fondo desenfocado

Iluminas un cisne probablemente metálico en un piso de cerámica. Luz y sombras.

Desenfocas al protagonista, que son frambuesas. Miras más allá, a otras frambuesas.

Miras hacia abajo con tu cámara análoga Olympus, tu pequeños pies que pisan césped y hojas amarillas caídas del árbol

En una obscuridad total, logras captar a las bailarinas de ballet que se asoman rosas

Un árbol con un cielo azul de fondo, linda su silueta. Es un charco. Lo hace todo más bello.

Viajas a algún lugar, capturas un atardecer borroso y un señalamiento de curva

La Biblia, un dedo que apunta a un pasaje. No mires, Jehová no mira lo que mira. Jehová mira el corazón

Desde un carro disparas la foto, luces, puente de cemento, persona caminando, todo borroso

Una montaña a lo lejos, leves nubes, un sol que asoma apenas

Susoguichi. Creo debe ser Sisoguichi. Dos hombres viendo al horizonte de vegetación

Una máquina con lectores de presión, American/La France y algo Corp. Roja, del 30 al 400

Era una bombera. Dejas ver detalles pero no el todo. detrás, estructura de madera, al frente, el rojo intenso del vehiculo anti-fuego

En alguna mina, óxido, carretas, desolación inexplicable

Malacate, el nombre pintado en negro con fondo blanco que el tiempo ha ido descarapelando.

Un rostro femenino mirando hacia lo alto de un edificio abandonado

Al frente un candado que mantiene seguro el contenido de la caja, detrás, una bodega probablemente

Un par de botones de unos jeans, una prenda morada debajo que simula un rostro sacando la lengua

Una torre de iglesia en sepia, el cielo a la izquierda y a la derecha un árbol. Pero al frente, desenfocada, una flecha metálica (apuntando al cielo) que realmente es parte de una reja. La llamas señales. ¿Sabías?

Una iglesia blanca en sepia, una puerta blanca dentro de un arco.

UN árbol frondoso, un animal desenfocado bajo la sombra, la foto contrastada por lo que los cielos se ven blancos, pero estás frente a a un río o un estanque

El mismo árbol, pero a color. verde intenso y el mismo animal. Probablemente fotos seguidas tras un par de segundos

Un señalamiento vial; flecha que señala al cielo y que está prohibida. Le llamas "prohibido elevarse"-

En una casa abandonada de adobe asoma una gallina curiosa, todo en sepia.

Una plaza de pueblo, kiosko, árboles, bancas. Zaragoza.

Una foto de noche, fondo negro, luces que se mueven en espirales incontables

Otra foto de noche y un señalamiento vial con una velocidad permitida, desenfocándose mientras te acercas ¿O te alejas? Percepción,

Una prenda al parecer indígena, colorida, tejida con amarillos, rosas y morados. Textura de estambres.

Mismo atuendo indígena, tal vez sea una bolsa o un morral. Aparece el trozo metálico que permite cerrar algo.

Un gato y sus "paws", le llamas Mr. Darcy. Te mira con confianza. Seguro tenías el don de gatos.

Una gran amiga, un gran amigo en medio con lentes obscuros, yo tocando la guitarra. Un árbol detrás, estamos en una granja y probablemente haga un poco de frío. Una botella de catsup se entromete en la foto y provee el amarillo que es el color más intenso de tu captura.

Un atardecer rojizo y morado, un cielo azul que se asoma entre miles de nubes. Probablemente el desierto.
Para siempre.

Un atardecer, probablemente del mismo día. Nubes de algodón. Una silueta de montaña curvilínea le llamas "llévame".

Una carretera, casi puedo jurar que es entre Chihuahua y Juárez. La vieja montaña en forma de dinosaurio reposando. Le llamas Miracle. Bellísimos tonos fieles.

Una flor de rojo/rosado, un amarillo del pistilo, tonos muy reales, muy naturales. Irene.

Una suástica grabada en metal. Algo de un bóiler.

Un viejo cartel que parece metálico y dice Amalie. Óxido.

Fotografías encuadradas de personas que algo significan para ti. Las extiendes en lo que parece un colchón o una pared con un diseño que parecen moscas. Así le llamas, "flies". ¿Te refieres al tiempo? ¿Al diseño?

Una estatua de noche, Apolonia.

Un vehículo convertible precioso en blanco y negro. Sin placas, probablemente sin funcionar, pero sorpresivamente conservado.

Te subes al auto, desde adentro el vidrio cuarteado habla de un accidente o un alguien que rompió el vidrio. No ves el problema, le llamas.

Otra foto desde adentro, el volante, lo que era la radio, donde hubiera habido pedales. Blanco y negro embellecen los detalles del interior.

Un insecto, ¿polilla? Un acercamiento bien logrado de un invasor.

Las mismas perlas de la botella de coca cola, pero extendidas en una superficie café.

El mismo insecto invasor pero visto desde el otro lado del vidrio, "let me in".

Una banda tocando de noche, movimiento, desenfoque.

Una cochinilla naranja que se deja ver entre plantas verdes.

El primer autoretrato. Borrosa, iluminada, "nunca nos dirás". Como desapareciendo...

Acercamiento en unas plantas y un algo que tiene una cara triste.

Una niña y un niño de escasos 4 años, ella de pie, él riendo desde el pasto.

Un acercamiento a la niña, que no sale del todo enfocada. Como triste, ¿o contenta?
Nunca digas nunca, le llamas.

Nepote al fondo tomando una foto, a la derecha la cabellera larga de Jean y su espalda masculina. Sergio con las manos en la cintura, y a la izquierda yo cargando el acordeón y mirando a Sergio.

Un niño abrazando a otro que está sentado en un carrito de plástico. Ambos sonríen.

Una foto invernal desde tu casa. Árboles sin hojas y con nieve en sus ramas.

Traes de vuelta a la vieja cochinilla entre plantas verdes.

Unas cobijas coloridas, un fondo blanco con las letras UR!

El árbol de navidad y la silueta poco clara de alguien mirando hacia abajo.

Una entrada de luz y alguien parado frente a ella, viendo hacia afuera. Desde atrás tú capturas una pared de ladrillos apenas iluminada, "sólo es un sueño".

Escena en la calle en sepia, señora con vestido y sombrero y bolsas del súper en la banqueta.

Señora sentada en banca del Ing. Horacio Almazán Galache. Gente detrás, parece un parque.

Una tiendita, gente dentro saludándose y la que atiende al fondo.

Un barco y un pato de plástico, una cortina entreabierta de fondo deja entrar luz, genera impresión de degradamiento del negro al blanco de forma repetida.

El ballet, cientos de figuras pero de una copia, casi como si fuera un caleidoscopio o a través de un diamante.

Una luz al fondo, la obscuridad. Y frente a ti, la silueta apenas dibujada de un hombre y una mujer que se toman de la mano.

Hojas secas, ramas enramadas con un atardecer melancólico de fondo.

Un rehilete dorado, al fondo una puerta y un cielo en lo que parece ser un atardecer, pues se asoman las sombras de las ramas secas de algún árbol.

La puerta de la foto anterior, en su vidrio se muestran más claras las siluetas del árbol seco, y otro árbol nuevo. Mitad luz, mitad sombra. Un marco verde al rededor de la puerta.

Otra foto de la misma puerta, las mismas siluetas, el rehilete, pero ahora asoma leña cortada.

Un árbol y sus miles de ramas que brillan rojos en el atardecer. Increíble imagen, melancólica y fuerte.

Una pelota atada a una cuerda y un poste. Han dibujado una cara sacando la lengua. Al fondo, probablemente la casa en donde tomaste fotos de la puerta, la leña cortada y las sombras de ramas.

El mismo poste con pelota, un arbusto cuyas ramas reflejan un viento fuerte. Tierra. Bicicletas.

Un atardecer al fondo, nubes, luz celestial que se asoma y baña la tierra: le llamas adviento.

Un acercamiento de esa luz que se cuela y baña el horizonte, Chihuahua desde lo alto.

El segundo autorretrato. Bajas la mirada, sonríes a medias, muestras tu cabello claro y tu tez blanca.

Una imagen de una mujer con lentes, hojas en el fondo de su tez, plantas al frente.

Una foto más que pareciera ser el fondo de una botella, esta vez en sepia. PArece un ojo, o un túnel.

Un pollito en el pasto.

Alguien te toma una foto mientras sostienes una sombrilla, alguien detrás de ti, niños a la redonda.

La vieja estructura abandonada de Avena por el canal Chuviscar, en Chihuahua.

¿Tu madre? Apunta hacia alguna tumba en un panteón. Lleva unas flores en su otra mano.

Alex Syntek frente a su teclado en algún concierto. Luces rojas, batería al fondo, otro miembro de la banda a su derecha.

Foto más completa del escenario de Alex Syntek.

Una bebé entrelaza su mano con la reja de la ventana, como añorando libertad.

Lo que pudiera ser el acueducto de Chihuahua y una "acequia" frondosa al fondo.

Más arcos, un parque, luz y sombra.

Estás en lo que pudiera ser un puente, frente a ti corre el río, a ambos lados hay gente mirándote. ¿Cómo lograste esta foto? Muchísima gente, le llamas "reuniones fantasmales".

Carlos, quien quiera que sea, sus converse negros y sus jeans hasta la rodilla. El resto de él no sale. Una entrada de agua para bomberos.

Un viejo ordenador de papeles, o folders. X, Y, Z. Pareciera un acordeón con letras.

Hojas amarillentas en un árbol joven, más pintura que foto.

Un tronco viejo, una columna adornada, y plantas que la cubren. A lo lejos otra estructura antigua que no es clara.

Una mano, ¿la tuya? sobre una ventana que se baña de gotas de agua.

Otra escena nocturna con miles de luces moviéndose, casi dibujando un pastizal luminoso. ¿Intentaste escribir algo con la luces?

Letras que forman la palabra Telegrama, las capturas desde un ángulo peculiar, todo está como en cuadrícula.

Un hombre, ¿Carlos?, con los mismos converse negros, jeans, y unas vías del tren.

Arena, una pelota de volleyball, y los pies de los que jugábamos en ese arenero.

Un vinilo de los Beatles, un calendario antiguo con una mujer despeinada. Otra mujer como en una pintura romántica o pseudo art-nouveau.

Papel que transformaste en una estrella, o un maguey, o una flor. Lindos tonos amarillos y rosados.

Acercamiento a alguna máquina difícil de descifrar. Switches que no se entienden.

Acercamiento más claro a lo mismo, es un amplificador o sintetizador antiguo.

LLuvia extraña, le llamas. Hojas amarillas de un árbol frondoso.

Chiles rojos en un acercamiento con mucho contraste.

Chile colorado un poco más obscuro, menos contrastado.

Cajas de producto, una máquina que las mueve de un lugar a otro, ¿central de abastos?

Tus pies calzados de zapatos naranjas y agujetas a medio-hechas. Pisas hojas otoñales.

Ramas y hojas que bajan como a un cielo claro.

Un árbol seco en blanco y negro en lo que pudiera ser una nogalera. El invierno, definitivamente.

Ramas y soledades en blanco y negro.

Las agujetas de los zapatos anteriormente mencionados, pero en blanco y negro. Detalle claro de las fibras de éstas. La tomaste el 15 de diciembre de 2011, y es la última foto que subiste en tu cuenta de Flickr.
Me recuerda a cómo Sufjan Stevens menciona en "Casimir Pulaski Day":


All the glory when you ran outside

With your shirt tucked in and your shoes untied

And you told me not to follow you



Por siempre serás recordada como una mariposa pasajera, que embellece lo que mira y captura. Fuerte y débil, fugaz pero permanente. Gracias por las memorias que pude hacer contigo, esa amistad breve pero interesante. Porque capturaste tantos momentos que me son ajenos, y sin embargo puedo revivirlos a tu lado, a través de tu lente y tu alma vieja. En donde quiera que estés, seguro sigues admirando las bellezas a tu alrededor, y te posas delicadamente aquí y allá capturando nuevas memorias. Espero nos crucemos de nuevo y vayamos cazando atardeceres, pisando hojas secas y posemos la mirada en detalles que nadie más nota. 

Descansa en Paz, Abby.


























miércoles, 29 de agosto de 2018

Recordando al Abuelo


Hace un par de noches tuve un sueño en donde mi amigo y yo le dábamos un susto a mis abuelos paternos (qepd); venían llegando del súper, y mientras bajaban las bolsas del increíble Dart azul 1989, nosotros nos acercábamos sigilosamente para saludar, sin querer haciéndoles pensar que iban a ser asaltados. Mi amigo abrazaba a mi Abuela Tete, y yo me dirigía a los brazos del Abuelo, sonriéndome a través de su poblada barba blanca y su mirada orgullosa y cariñosa. Le decía que me daba mucho gusto verlo, que se le veía bien. No recuerdo si él me decía algo, pero su abrazo apretado y su beso en la mejilla me llenaban de tranquilidad. 

Curiosamente al despertar vi que un tío había "dado like" a una de las últimas fotos que le tomé al Abuelo en su querido pueblo de Santa Isabel (otrora General Trías como él bien me contó alguna vez), caminando al lado de las vías del tren, en el puente que pasa sobre el río Santa Isabel. Me sorprendió y me pareció extremadamente curioso, pues esa foto tiene en el internet más de 4 años, cuando falleció. Toda la familia (o casi toda) le dio like a la foto en su momento, pero precisamente esa noche que venía yo de soñarlo, ese tío a miles de kilómetros de donde estoy, decidió por alguna razón misteriosa darle like. Para terminar de añadir coincidencias curiosas, resultó que el cumpleaños del Abuelo era un día después de haberlo soñado: de los 365 días al año que tengo para soñar cosas, sueño al abuelo 1 día previo a lo que hubiera sido su cumpleaños número 83. 

No puedo decir con certeza que yo no tuviera idea que iba a ser su cumpleaños pronto, porque en realidad soy malo con muchas fechas tanto de familia como de amigos, pero sí puedo decir que la vida nos pone en circunstancias especiales que nos llegan a tocar el alma de modos peculiares. No recuerdo la última vez que celebré su cumpleaños en vida, pero él vino a visitarme a cuatro años y medio de haber dejado la tierra. Siempre tuvimos un vínculo muy especial a través de los libros, de los escritos, de la cultura, de Santa Isabel. Tuve la gran suerte de haber sido su primer nieto, y por ende "el consentido", que si bien a mi no me gusta admitirlo (y ellos lo negaban), me acercó mucho a ambos en vida, y colecciono muy bellos recuerdos con cada uno de ellos en lugares diversos. 

Puedo con claridad total entrar a su casa, silbar la vieja tonadita que él acostumbraba hacer (como de "subidita") para ver si se encontraba en casa, y obtener por respuesta la misma tonada que él lograba con perfección. Subir las múltiples escaleras no significaba nada, tenía curiosidad y emoción de saber qué estaba haciendo en el último piso, "el estudio". Por muchos años dibujando y diseñando, ya en los últimos años más bien leyendo y subrayando textos: le aprendí esa maña y hoy día mis libros y mis revistas muestran asteriscos y subrayados enigmáticos en las frases o escenas que me hablan de manera especial, tal vez como a él le ocurría con sus lecturas. El beso en el cachete, el abrazo cariñoso, comentar alguna noticia o novedad y husmear entre sus miles de libros y revistas mientras él terminaba o acomodaba lo que había estado utilizando. 

También cabe recordar que al marcar el teléfono 11-19-21 -posteriormente añadiendo el molesto 4 por lada de Chihuahua- su voz sonaba al otro lado del auricular repitiendo los tercos números eternamente tras haber aclarado su garganta: once diecinueve veintiuno. ¡Qué peculiar forma de contestar el teléfono! ¿De dónde la sacó? Puedo también verlo celebrar anotaciones de sus equipos favoritos en la televisión cerrando el puño de la mano derecha, doblando el brazo enfáticamente como boxeador y diciendo "¡yes que yes!". 
Y qué decir de la manera en que con el paso de los años se volvió más sentimental, y conciertos de la orquesta de su eterna Alma Máter UNAM, le provocaban emociones fuertes, o la lectura de algún poema de sus empolvados libros le sacaba lágrimas. 

Era un viejo culto, educado, como de esos hombres de hierro chapados a la antigua. Comprometido también con su entorno inmediato, primero su calle, Presa Tintero, y posteriormente su colonia Lomas del Santuario. Pero por siempre, bien vestido, bien informado y desinteresado de cualquier reconocimiento público o monetario, actuando por el bien de su Chihuahua. Tenía opiniones bien fundamentadas, hombre metódico y preparado, lo cual podría teñirlo de terco, pero tengo la sospecha de que se debía a cómo había sido forjado en un hogar católico y probablemente conservador. Fue padre de cinco, y tuve la suerte de ver sus respectivas formas de relación con cada uno de sus hijos y su esposa, mi abuela. Duro de roer, duro con su forma de disciplinar tanto hijos como alumnos, pero a final de cuentas querido y admirado por la gran mayoría de los que tuvimos suerte de tenerlo en nuestras vidas. 

Me marcó de muchísimas formas, tal vez muchas de ellas de manera desapercibida, pero otras muchas que yo quise copiarle o imitarle con el paso de los años. Hoy día, cuando tengo un libro frente a mi, me llena de emoción saber que probablemente encontraré algún que otro pasaje que podré subrayar y adoptar como "definitorio de mis circunstancias"; cuando veo que hay algún concierto de orquesta en la televisión, le dejo aunque sea un par de minutos para disfrutar un poco; cuando tengo una botella de vino frente a mi, me intereso por saber de dónde viene, qué sabores podré descubrir, y por lo general me quedo con la etiqueta de la botella (que algún día, quizás, sabré qué hacer con todas ellas). 

La muerte de mi abuela en diciembre 2009 fue un golpe durísimo para él, tanto, que puedo afirmar que su vacío extinguió en él una vela que Tete significó durante muchísimos años. Siento que los siguientes cinco años de su vida los vivió melancólicamente, en una obscuridad muy personal que le pesaba, pero que él decidió no iluminar por respeto y dolor por la partida de su mujer. Yo sólo lo tuve prestado por veinticinco de sus setenta y nueve años, pero lo recuerdo profundamente y me veo en él, y lo veo en mi. Dejó un vacío profundo en cada uno de sus hijos e hijas, de sus nueras, de sus amigos, de sus colegas y alumnos, de sus vecinos, de su comunidad eclesiástica y ciudadana, pero a mi, como nieto, me marcó de modos especiales y únicos que puedo asegurar no repitió con ningún otro ser humano. 

Me parece en extremo triste saber y hacer conciencia del hecho que ya no volveré a ver al viejo nunca más. Me siento privado de un gran hombre, como si nos lo hubieran prestado tan sólo un rato. A pesar de saberme tan parecido a él, tan interesado en tantas cosas, siento que nuestras diferencias eran igualmente claras, pero siempre mantuvimos una cordial y cariñosa relación de mutuo respeto y admiración. Nunca se puso en mi contra como con muchos otros, sino que me dejaba expresar mi punto de vista y hasta aprendió a aceptarlo o admitirlo como válido a pesar de ir en contra de principios propios.

Cuántas veces me contó de casas que construyó, que si la clienta nefasta que quería imponerse ante sus propios conocimientos arquitectónicos, que si las ventanas circulares que tanto le apasionaba incorporar en sus diseños, que si la delicadeza y elegancia con la que construyó tantos hogares finos, muy por encima de la arquitectura popular de sus tiempos. Creo, dentro de lo que puede ser un juicio sesgado por el parentesco, que mi abuelo fue un completo apasionado de su profesión; un romántico de la arquitectura, y en un contexto socio-económico complicado, prefirió invertir su tiempo y entrega en proyectos hechos específicamente para sus clientes que tanto apreciaba, que venderse a proyectos irresponsables o insensatos. Su mismo hogar fue testimonio vivo de que él podía y sabía dar gusto a diversos requisitos, aprovechar espacios, generar identidad con el lugar en donde se viviría. La casa como un templo arquitectónico, pero también como un templo personalizado, cómodo, casi biológico: construir bien, para vivir mejor.

Un gran hombre, un profundo vacío; una complicada responsabilidad y un sincero orgullo para todos los que su apellido heredamos, su plática conversamos, y su cariño merecimos.



jueves, 16 de agosto de 2018

La chica de Lou Bega

En aquel entonces todo era más sencillo; las canciones que le gustaban a uno sonaban en la radio, y si no era el caso, uno podía tomar el teléfono (había uno en la pared de la cocina, otro en el cuarto de los progenitores, y uno más en la estancia) y marcar a la estación de radio favorita para pedir la susodicha canción añorada.

Era el inicio del nuevo milenio y todo lo que los 90s habían dejado atrás, daba paso a una emoción inexplicable de modernidad, de expectativas, de novedades e intenciones de dar un salto hacia cosas más wow, más fantásticas. Los tennis eran más aerodinámicos, los videojuegos buscaban acercarnos a una realidad virtual más impresionante, los walkmans daban paso a los Discman, y los músicos buscaban reformarse y adaptarse a los nuevos ritmos.

Pero entre esos músicos, en mis oídos resonaba siempre el "Mambo no. 5" del carismático y salido-de-la-nada Lou Bega. Era obvio que me iba a gustar; el señor mezclaba los viejos trompetazos y ritmos sabrosones de Pérez Prado con una instrumentación más moderna y pegajosa, más "movida". La gente le escuchaba mucho y se volvió extremadamente popular en poco tiempo, y no era raro toparse con amigos cuyos ahorros se habían visto disminuidos al comprar el disco "A little bit of..."

Y allí estaba ella, esa amiga que se desarrollaba a un paso veloz y sensual ante los ojos de todos esos chavalos de once o doce años. Era más alta que cualquiera, su tez era blanca y pura, y su apellido era de origen italiano. Tenía todo para conquistar con su sonrisa y su feminidad (en ese entonces nunca antes admirada por ninguno de nosotros pobres diablos que apenas si aplicábamos el infame "calzonazo" a los distraídos), y con esas ganas de bailar que siempre tenía en los cumpleaños. Eran los años en los que las niñas se sentaban con las niñas y los niños hacían desmadre y medio, lanzaban huevos a los vecinos, contaban chistes "calientes", juntábamos las manos y e imitábamos el ulular de un búho, ¿o la típica tonadita del desierto?

A ella le gustaba Lou Bega tanto como a mi. Bueno, más bien a ella le gustaba de modo diferente: yo disfrutaba los trompetazos, esperaba con ansias el momento en que tal o cual instrumento entraba en escena, la hacía de "director de orquesta", tronaba mis dedos al son del ritmo. Ella se sabía la letra de todo, disimulaba sus ganas de querer bailar, tal vez se imaginaba como una de las chicas de Bega en alguno de sus sensuales videos. Pero eso sí, a ambos nos gustaba y compartíamos ese gusto, lo cual la hacía más deseable ante mis inocentes ojos de puberto confundido. Me daba coraje que fuera tan alta, tan inalcanzable (en el sentido más literal que se puede), y por ello creo que nunca me lancé a tomarla de la mano, o robarle un beso...

Más de diez años después, escuchando yo mis viejos discos, me puse el de Lou Bega, busqué la canción de "Beauty on the TV screen" (Yes she got legs that reach the sky...) en Youtube y se la mandé por mensaje en Facebook (todos estos medios sociales inexistentes en aquellos años).
Contestó:
-   "¡Me encanta!  Qué chistoso, después de 12 años aún me conoces tan bien"

Y quise lanzarme ipso facto al país en donde ella vivía.
Porque estaba seguro de que aceptaría bailar conmigo.
Y esta vez, su estatura me haría los mandados.






miércoles, 1 de agosto de 2018

Recuerdo haber escrito

Una vez hará unos quince años, en la cúspide de mi creación poética y literaria, escribí el siguiente par de versos:
"Momento; profundo recuerdo
Instante; el tiempo descansa"

Y hoy, quince años después, cuando recién ingreso a la tercera década, me doy cuenta de la breve pero precisa belleza de las pocas palabras que logré pseudo entrelazar. Mi vida en imágenes, en memorias, en trozos del pasado que se iluminan con una luz fatua pero tenue. Toda mi vida, cada uno de esos treinta años han sido embellecidos con instantes que he compartido con familia, amigos, amores, lugares, circunstancias y música. Y por todo ello doy gracias y ruego a los dioses, al universo y a la vida por que pueda seguir admirando muchísimos más momentos mientras los vivo intensamente.

domingo, 29 de abril de 2018

Las fauces del Lobo (incompleto)

Yo mismo me acerqué a las fauces
sin temer ser devorado.
Con el afán único,
con el afán ingenuo
de transformar
las ahora fauces
en los ayer labios.

Constante,      sigiloso,           expectante
busqué, sobre todo, amansarle
consciente de la peligrosa empresa
pues bien sé de hace tiempo que
lo que ahora son fauces, besaron
y lo que ayer eran labios, hoy muerden.

lunes, 5 de marzo de 2018

El Hombre al Límite (borrador)

Quiero escribirle unos versos
al hombre que yace
en los confines del Universo.
      
Observa los días y las noches
y el cosmos y sus misterios
en soledad, sin reproches.

Frente al vacío se despeja
todo miedo, toda alegría
toda duda compleja.

El Hombre al Límite mira
todo lo que el cosmos ofrece
en este Universo que crece
y se expande sin medida.

En su soledad medita, piensa;
siente que todo se acaba
¿O todo comienza?