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jueves, 16 de agosto de 2018

La chica de Lou Bega

En aquel entonces todo era más sencillo; las canciones que le gustaban a uno sonaban en la radio, y si no era el caso, uno podía tomar el teléfono (había uno en la pared de la cocina, otro en el cuarto de los progenitores, y uno más en la estancia) y marcar a la estación de radio favorita para pedir la susodicha canción añorada.

Era el inicio del nuevo milenio y todo lo que los 90s habían dejado atrás, daba paso a una emoción inexplicable de modernidad, de expectativas, de novedades e intenciones de dar un salto hacia cosas más wow, más fantásticas. Los tennis eran más aerodinámicos, los videojuegos buscaban acercarnos a una realidad virtual más impresionante, los walkmans daban paso a los Discman, y los músicos buscaban reformarse y adaptarse a los nuevos ritmos.

Pero entre esos músicos, en mis oídos resonaba siempre el "Mambo no. 5" del carismático y salido-de-la-nada Lou Bega. Era obvio que me iba a gustar; el señor mezclaba los viejos trompetazos y ritmos sabrosones de Pérez Prado con una instrumentación más moderna y pegajosa, más "movida". La gente le escuchaba mucho y se volvió extremadamente popular en poco tiempo, y no era raro toparse con amigos cuyos ahorros se habían visto disminuidos al comprar el disco "A little bit of..."

Y allí estaba ella, esa amiga que se desarrollaba a un paso veloz y sensual ante los ojos de todos esos chavalos de once o doce años. Era más alta que cualquiera, su tez era blanca y pura, y su apellido era de origen italiano. Tenía todo para conquistar con su sonrisa y su feminidad (en ese entonces nunca antes admirada por ninguno de nosotros pobres diablos que apenas si aplicábamos el infame "calzonazo" a los distraídos), y con esas ganas de bailar que siempre tenía en los cumpleaños. Eran los años en los que las niñas se sentaban con las niñas y los niños hacían desmadre y medio, lanzaban huevos a los vecinos, contaban chistes "calientes", juntábamos las manos y e imitábamos el ulular de un búho, ¿o la típica tonadita del desierto?

A ella le gustaba Lou Bega tanto como a mi. Bueno, más bien a ella le gustaba de modo diferente: yo disfrutaba los trompetazos, esperaba con ansias el momento en que tal o cual instrumento entraba en escena, la hacía de "director de orquesta", tronaba mis dedos al son del ritmo. Ella se sabía la letra de todo, disimulaba sus ganas de querer bailar, tal vez se imaginaba como una de las chicas de Bega en alguno de sus sensuales videos. Pero eso sí, a ambos nos gustaba y compartíamos ese gusto, lo cual la hacía más deseable ante mis inocentes ojos de puberto confundido. Me daba coraje que fuera tan alta, tan inalcanzable (en el sentido más literal que se puede), y por ello creo que nunca me lancé a tomarla de la mano, o robarle un beso...

Más de diez años después, escuchando yo mis viejos discos, me puse el de Lou Bega, busqué la canción de "Beauty on the TV screen" (Yes she got legs that reach the sky...) en Youtube y se la mandé por mensaje en Facebook (todos estos medios sociales inexistentes en aquellos años).
Contestó:
-   "¡Me encanta!  Qué chistoso, después de 12 años aún me conoces tan bien"

Y quise lanzarme ipso facto al país en donde ella vivía.
Porque estaba seguro de que aceptaría bailar conmigo.
Y esta vez, su estatura me haría los mandados.






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