El que busca encuentra...

lunes, 15 de julio de 2019

Chema


Así me dijeron que te llamara cuando nos presentaron por primera vez, aquel primer día de clases de Agosto 2001. Yo traía mi “acento de Chihuahua” muy marcado, y tú fuiste uno más de los muchos que me imitaron y echaron broma al respecto. La verdad no me importaba mucho, porque contrario a algunos con más malicia, en ti noté un interés genuino por conocerme más a fondo e intentar darme una bienvenida a Metepec.

Lo primero que aprendí de ti es que te encantaba jugar futbol, como a la gran mayoría, a la hora del recreo. Recuerdo con precisión que cuando intentabas hacer alguna “jugadita” sacabas la lengua, y te saliera o no, soltabas la risa o alguna sonrisa genuina. Pronto vi que eras muy intenso al respecto, y no sólo con el futbol, sino con muchas otras cosas y temas dejabas entrever una pasión evidente, por lo que algunos también solían decirte “Chema no seas ardido”. Ardías por muchas cosas, pero generalmente se te pasaba y volvías a ser el mismo chamaco amistoso y bromista de siempre.

Al poco tiempo me confiaste que tu mejor amigo de la infancia estaba luchando contra el cáncer, y vi que a pesar de lo doloroso que eso podía ser para ti, mantenías una energía y una actitud positiva para con Vicente. Supe allí que eras alguien especial, y que si bien por fuera a veces pudieras parecer intenso, bromista o socarrón, por dentro eras suave y te dolían el dolor ajeno, el sufrimiento. Perdiste a tu mejor amigo a causa del cáncer, y curiosamente años después, fuiste a unirte a su lado, y por ello estoy contento Chema, estás bien acompañado.

Esos años fueron buenos años contigo, Abraham, Luis Daniel, Pablo, Adrián. Nos poníamos apodos los unos a los otros, y si bien algunos cambiaban cada día (Gorila, Teclafácil, Agarrasopes, Priscila, Agap, etc), otros como el mío pasó a la eternidad y sigue siendo utilizado hoy día gracias a tu invención infame: tu lógica fue que Aguilera sonaba a águila, y lo contrario a águila –nomás por joder- era una tortuga, ergo Tortuguilera, y justo salió la película aquella “El Maestro del disfraz”, y uniste mi apellido con mi habilidad de “imitar” a una tortuga, y Tortuguilera dio paso a Tortu, que sonaba muy “gay” como decías, así que terminé siendo “Torta”. Y heme aquí, 18 años después, todavía apodado La Torta tanto en Metepec como en Chihuahua, gracias amigo.

Uno de mis recuerdos más gratos y personales contigo fue la noche que hicimos “pijamada” en tu casa, que realmente terminó siendo en la cajuela de una de tus camionetas. Nuestro proyecto de esa noche era meternos en casas abandonadas o en construcción y “filmar eventos paranormales” con mi grabadora nueva. En algún lugar deben estar esos casettes, y recuerdo bien que ambos traíamos miedo de entrar a las casas a filmar, pero nos atrevimos y lo más espantoso de la noche fue un guardia en una de las casas que, de hecho, nos espantó tanto  que terminaste tirando mi grabadora en un montecito de arena y que, hasta la fecha, ha sido imposible limpiar el lente de esa arena tan fina. Esa misma noche, más tarde, entramos a tu cocina, preparamos café “para no dormir”, y le echamos mucha azúcar, y un par de estúpidas hormigas que merodeaban tu cocina y que terminamos añadiendo al café cual ingrediente novedoso.

Un par de años después fuiste con nosotros a Chihuahua, porque tenías un romance cibernético con una tal Karla Hoffman (¿?), pero también porque te habíamos contado nuestras aventuras del verano pasado en Creel, en la Sierra Tarahumara. Me acuerdo que la pasaste increíble, que gracias a ti y que tu papá trabajaba para Lala (¿?) todos bebíamos el jugo exquisito Natural´es, y disfrutabas de la música que mi mamá solía poner en el departamento de Shelly. También estuviste allí cuando fuimos de voluntarios a pintar la escuela/cooperativa en Creel, y que eventualmente le confesaste a mi madre que ese verano en la Sierra te impulsó a volverte voluntario el resto de tus días, una faceta que lamentablemente no pude conocer o compartir contigo por circunstancias de la vida.

Tocabas la guitarra conmigo, Beto “el Hippie” y Arnulfo en la plaza de Creel, en el Best Western, en los departamentos. Siempre compartíamos y comentábamos buena música, y estabas orgullosísimo de tu hermano y Puerquerama. Por una u otra razón terminó en mi poder una playera de una banda que jamás escuchamos “Elektroduendes”, y que años después me dijiste que me habías conseguido un disco de ellos, que todavía hoy día no está en mi poder. Ese es el tipo de persona que eras, Chema; detallista, si algo compartíamos con pasión o sinceridad, años después lo recordabas con detalle y cariño, y buscabas la manera de traer de nuevo lo viejo. 

En una ocasión, por allí de 2009, fuiste a Chihuahua a visitar a alguien (que no era yo), y me sorprendiste a la salida de mi trabajo en Lotería Nacional en un mercado de antigüedades. Así como si la marrana, Chema, un domingo a mediodía, en Chihuahua capital. Me acuerdo que te invité a comer a casa de mis abuelos (ambos aún vivos), y que el Arquitecto siempre había dejado una huella profunda en ti y mis amigos por su extenso conocimiento, su genialidad, su intelecto.

Eventualmente los años nos alejaron más de lo que yo hubiera querido, y te habré visto tan sólo un par de ocasiones más desde 2010 en adelante. La última vez, en un desayuno de exalumnos del Liceo del Valle. Te veías mayor, más fregado, pero siempre sonriente. Siempre era un gusto verte y echar la vieja broma contigo Chema. De hecho, yo jamás te conocí como “Javo”, y si el apodo “Chema” te molestaba, jamás me lo hiciste saber. Fuiste un tipazo, y repito, me da tristeza no haber colaborado contigo en alguno de tus proyectos de voluntariado, pero me queda el buen sabor de boca que la Sierra Tarahumara nos dejó tantísimos años atrás. Le agarraste cariño a Chihuahua y su gente, y me quedo satisfecho de que nuestra amistad y mi tierra hayan sido detonantes de tu lado más humano y social. Me dejas una espinita clavada, esa espinita de ayudar y hacer algo más que lo cotidiano y el aburrido día a día; me dejas la responsabilidad de intentar mejorar mi entorno y hacer sonreír a quienes me rodean; de luchar hasta el final a pesar de que las adversidades estén cabronamente en nuestra contra.

Gracias por las memorias Chema, nos volveremos a encontrar algún día para canturrear desafinadamente “Cara de jabalí” con Arnulfo, o hacer un cover mediocre de “Vivo”, de Fobia:

Caminaremos juntos 
Escaparemos de la realidad
Si tropezamos no nos dolerá 
Ahora lo entiendo amar es liberar



Descansa en paz, amigo.