Así me
dijeron que te llamara cuando nos presentaron por primera vez, aquel primer día
de clases de Agosto 2001. Yo traía mi “acento de Chihuahua” muy marcado, y tú
fuiste uno más de los muchos que me imitaron y echaron broma al respecto. La
verdad no me importaba mucho, porque contrario a algunos con más malicia, en ti
noté un interés genuino por conocerme más a fondo e intentar darme una
bienvenida a Metepec.
Lo primero
que aprendí de ti es que te encantaba jugar futbol, como a la gran mayoría, a
la hora del recreo. Recuerdo con precisión que cuando intentabas hacer alguna “jugadita”
sacabas la lengua, y te saliera o no, soltabas la risa o alguna sonrisa
genuina. Pronto vi que eras muy intenso al respecto, y no sólo con el futbol,
sino con muchas otras cosas y temas dejabas entrever una pasión evidente, por
lo que algunos también solían decirte “Chema
no seas ardido”. Ardías por muchas cosas, pero generalmente se te pasaba y
volvías a ser el mismo chamaco amistoso y bromista de siempre.
Al poco
tiempo me confiaste que tu mejor amigo de la infancia estaba luchando contra el
cáncer, y vi que a pesar de lo doloroso que eso podía ser para ti, mantenías
una energía y una actitud positiva para con Vicente. Supe allí que eras alguien
especial, y que si bien por fuera a veces pudieras parecer intenso, bromista o
socarrón, por dentro eras suave y te dolían el dolor ajeno, el sufrimiento. Perdiste
a tu mejor amigo a causa del cáncer, y curiosamente años después, fuiste a
unirte a su lado, y por ello estoy contento Chema, estás bien acompañado.
Esos años
fueron buenos años contigo, Abraham, Luis Daniel, Pablo, Adrián. Nos poníamos
apodos los unos a los otros, y si bien algunos cambiaban cada día (Gorila,
Teclafácil, Agarrasopes, Priscila, Agap, etc), otros como el mío pasó a la eternidad y sigue
siendo utilizado hoy día gracias a tu invención infame: tu lógica fue que
Aguilera sonaba a águila, y lo contrario a águila –nomás por joder- era una
tortuga, ergo Tortuguilera, y justo
salió la película aquella “El Maestro del disfraz”, y uniste mi apellido con mi
habilidad de “imitar” a una tortuga, y Tortuguilera dio paso a Tortu, que sonaba muy “gay” como decías,
así que terminé siendo “Torta”. Y
heme aquí, 18 años después, todavía apodado La
Torta tanto en Metepec como en Chihuahua, gracias amigo.
Uno de mis
recuerdos más gratos y personales contigo fue la noche que hicimos “pijamada”
en tu casa, que realmente terminó siendo en la cajuela de una de tus
camionetas. Nuestro proyecto de esa noche era meternos en casas abandonadas o
en construcción y “filmar eventos paranormales” con mi grabadora nueva. En
algún lugar deben estar esos casettes, y recuerdo bien que ambos traíamos miedo
de entrar a las casas a filmar, pero nos atrevimos y lo más espantoso de la
noche fue un guardia en una de las casas que, de hecho, nos espantó tanto que terminaste tirando mi grabadora en un
montecito de arena y que, hasta la fecha, ha sido imposible limpiar el lente de
esa arena tan fina. Esa misma noche, más tarde, entramos a tu cocina,
preparamos café “para no dormir”, y le echamos mucha azúcar, y un par de
estúpidas hormigas que merodeaban tu cocina y que terminamos añadiendo al café
cual ingrediente novedoso.
Un par de
años después fuiste con nosotros a Chihuahua, porque tenías un romance
cibernético con una tal Karla Hoffman (¿?), pero también porque te habíamos
contado nuestras aventuras del verano pasado en Creel, en la Sierra Tarahumara.
Me acuerdo que la pasaste increíble, que gracias a ti y que tu papá trabajaba
para Lala (¿?) todos bebíamos el jugo exquisito Natural´es, y disfrutabas de la
música que mi mamá solía poner en el departamento de Shelly. También estuviste
allí cuando fuimos de voluntarios a pintar la escuela/cooperativa en Creel, y
que eventualmente le confesaste a mi madre que ese verano en la Sierra te
impulsó a volverte voluntario el resto de tus días, una faceta que
lamentablemente no pude conocer o compartir contigo por circunstancias de la
vida.
Tocabas la
guitarra conmigo, Beto “el Hippie” y Arnulfo en la plaza de Creel, en el Best
Western, en los departamentos. Siempre compartíamos y comentábamos buena
música, y estabas orgullosísimo de tu hermano y Puerquerama. Por una u otra
razón terminó en mi poder una playera de una banda que jamás escuchamos “Elektroduendes”,
y que años después me dijiste que me habías conseguido un disco de ellos, que
todavía hoy día no está en mi poder. Ese es el tipo de persona que eras, Chema;
detallista, si algo compartíamos con pasión o sinceridad, años después lo
recordabas con detalle y cariño, y buscabas la manera de traer de nuevo lo
viejo.
En una ocasión, por allí de 2009, fuiste a Chihuahua a visitar a alguien
(que no era yo), y me sorprendiste a la salida de mi trabajo en Lotería
Nacional en un mercado de antigüedades. Así como si la marrana, Chema, un
domingo a mediodía, en Chihuahua capital. Me acuerdo que te invité a comer a
casa de mis abuelos (ambos aún vivos), y que el Arquitecto siempre había dejado
una huella profunda en ti y mis amigos por su extenso conocimiento, su
genialidad, su intelecto.
Eventualmente
los años nos alejaron más de lo que yo hubiera querido, y te habré visto tan sólo
un par de ocasiones más desde 2010 en adelante. La última vez, en un desayuno
de exalumnos del Liceo del Valle. Te veías mayor, más fregado, pero siempre
sonriente. Siempre era un gusto verte y echar la vieja broma contigo Chema. De
hecho, yo jamás te conocí como “Javo”, y si el apodo “Chema” te molestaba, jamás
me lo hiciste saber. Fuiste un tipazo, y repito, me da tristeza no haber
colaborado contigo en alguno de tus proyectos de voluntariado, pero me queda el
buen sabor de boca que la Sierra Tarahumara nos dejó tantísimos años atrás. Le
agarraste cariño a Chihuahua y su gente, y me quedo satisfecho de que nuestra
amistad y mi tierra hayan sido detonantes de tu lado más humano y social. Me
dejas una espinita clavada, esa espinita de ayudar y hacer algo más que lo
cotidiano y el aburrido día a día; me dejas la responsabilidad de intentar
mejorar mi entorno y hacer sonreír a quienes me rodean; de luchar hasta el
final a pesar de que las adversidades estén cabronamente en nuestra contra.
Gracias por
las memorias Chema, nos volveremos a encontrar algún día para canturrear
desafinadamente “Cara de jabalí” con Arnulfo, o hacer un cover mediocre de “Vivo”, de
Fobia:
Caminaremos juntos
Escaparemos de la realidad
Si tropezamos no nos dolerá
Ahora lo entiendo amar es liberar
Descansa en
paz, amigo.