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jueves, 12 de diciembre de 2019

Juan Sánchez-Pareja

De entre las múltiples y curiosas historias que se cuentan del lado materno de mi familia, una de las más extraordinarias a mi parecer es la de Juan Sánchez-Pareja Montes de la Vega, hermano de mi bisabuela Julia Sánchez-Pareja de Herrera -madre de mi abuela Elena-. Este excéntrico sujeto nació en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 1896, y la vox populi familiar ha reiterado, en repetidas ocasiones, que Juan no encajaba, se interesaba por la historia, hojeaba libros de geografía en donde hacía anotaciones, y colgaba mapamundis en su habitación compartida con otros hermanos. 

Un buen día, Juan decidió partir. Dejó a la familia y el terruño, y persiguió nuevos horizontes, afuera no sólo de Chihuahua, sino de México. Me cuentan que sus ausencias eran prolongadas; a veces se aparecía por un par de semanas, únicamente para volverse a ausentar indefinidamente. La única información que se tenía sobre Juan provenía de las postales que enviaba, de forma esporádica, de los recovecos más inusuales del mundo. 

Mi tío Alfonso, cariñosamente apodado Pocho, dice que la postal que más recuerda fue enviada desde Colombia, en donde al parecer Juan se había enamorado de una "autóctona", y con quien había tenido un bebé. Actualmente esa postal sigue perdida, pero Pocho asegura que sigue en casa de mi bisabuela Julia. Espero algún día encontrarla y verificar la información.

Por otro lado, lo que sí pude encontrar tras ardua búsqueda fue el manifiesto de un buque llamado Gene Crawley, que en 1924 zarpó del puerto de Tampico con dirección a Nueva Orleans, en Louisiana, Estados Unidos. Este manifiesto es un listado de los empleados foráneos en el buque, y si bien mientras bajaba la mirada recorriendo la lista me iba quedando decepcionado de no encontrar a Juan, al final encontré su nombre manuscrito, no en máquina de escribir, como el resto, sino casi sugiriendo que de alguna manera Juan había logrado colarse de último momento como empleado. Quedé emocionado y conmovido, y me pregunto cuales fueron las circunstancias por las que su nombre fue escrito en tinta y de último momento. Anexo una ampliación:


Este pedazo de evidencia me lleva a concluir que, como bien se ha dicho de Juan, sus aventuras fueron reales, y sus viajes por el mundo han de haber sido emocionantes y vastos. 

No he logrado identificar a Juan en fotografías familiares, pero tengo una corazonada acerca de la fotografía que más abajo comparto. En ella se aprecia a la familia congregada en ocasión del matrimonio entre Guadalupe, una de las hermanas de mi bisabuela Julia -y por ende de Juan-, y Ricardo Ordaz, en El Paso, Texas, en 1920. He identificado a varios de los hombres en la fotografía, pero me quedan un par por identificar, y quiero creer que uno de ellos es Juan, quien a pesar de ser viajero, se habría dado el tiempo de estar presente en la boda de una de sus hermanas. Sea como fuere, Juan es un personaje que me habla de múltiples maneras, y a quien admiro y atesoro como una de las grandes joyas familiares.

Boda de Guadalupe Sánchez-Pareja y Ricardo Ordaz.
Al centro, con sombrero y de pie, mi bisabuela Julia.







La Salamandra equivocada

Esta historia me la contó una amiga de Valencia, España. 
En su momento me la contó como una anécdota real, 
pero con el paso del tiempo he decidido no tomarla por verídica, 
sino hacer de ella un breve cuento. 
 Aquí la comparto, grosso modo, como la recuerdo,
 un poco parafraseada, pero con la escencia intacta.





Una vez un hombre distraído se comió una salamandra en peligro de extinción. 
Saboreó el curioso y cromático anfibio, y quedó satisfecho. No se había dado cuenta de que alguien le había visto, le acusó ante la policía, y resultó que le llevaron a la cárcel.
Tiempo después, al dar su declaración, se dice que dijo: 
-Bueno lástima, yo que pensaba que ésta era la que no estaba en peligro de extinción; pues nada, a la cárcel.



Fin