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martes, 22 de septiembre de 2020

Mi Padre y el idioma universal



Desde que tengo recuerdos, la sala ha sido en donde nos reunimos todos en torno a ella: su música. Los aparatos siempre inmaculados, siempre brillantes y listos para reproducir casettes, discos o vinilos; siempre nos ha dicho que la calidad de los vinilos es suprema, y lo ha probado en repetidas ocasiones con detalles que resultan imperceptibles en cualquier otro reproductor que no sea su estéreo, con sus enormes bocinas que facilitan el deleite musical.

Prende un cigarro, le da un par de bocanadas, y lo deja en el cenicero en la mesa. Da un par de pasos y se agacha por alguna reliquia que nos quiere compartir de su increíble musi-teca. Hemos escuchado de todo; desde su favorito Led Zeppelin, pasando por Nana Mouskori, Vivaldi, Tom Jones, Frank Sinatra, Fleetwood Mac... hasta Electric Light Orchestra, o las Tubular Bells de Mike Oldfield. Eso sí, nunca es decepcionante y siempre tiene algo que contarnos acerca del álbum, la canción o el artista. Jamás ha sido de cantar, pero sí de dirigir con los dedos a modo de "director de orquesta", o nos indica las letras que vienen a continuación en la canción y las declama cual poesía. Es todo un espectáculo sentarse con él a disfrutar de la música, a sumergirse en el mundo de los instrumentos, las letras y los acompañamientos. 

A todo esto, cabe mencionar que ningún vinilo va a ser reproducido sino hasta haberlo limpiado metódicamente por ambos lados, y luego delicadamente puesto en su tornamesa. A veces nos indica algún detalle curioso que notaremos en la canción, y otras veces es más taciturno y silencioso; le gusta disfrutar según el humor que lleva la intención de la melodía.

La histórica tornamesa hecha en Japón


Sabe tanto de la música como se puede saber, y le emociona compartir esos ratos con la gente querida. Quienes han tenido el gusto y honor de sentarse con él a disfrutar un rato de música, me permitirán la aceveración siguiente: Luis Eduardo Aguilera es un melómano empedernido cuyo entusiasmo contagia y anima el alma. Y hoy, en su cumpleaños, quería dedicarle estas pocas líneas y agradecerle que nos haya hecho seres sensibles a la música que es, junto con el amor, el único gran lenguaje universal.