El que busca encuentra...

viernes, 30 de marzo de 2012

Breve reflexión sobre el ser humano


No eres sólo huesos, carne y un fluir de sangre.

Ni millones de células con propósitos claramente definidos.


(Sí, es cierto que naces, creces, te reproduces y mueres... 
                                                           ...pero vas más allá.)


Erras, aprendes, rectificas.     

Lloras, enojas, sonríes.


Tu andar no está condicionado a un único propósito,

ni a llevarse a cabo en un mismo sitio.


Tu comunicar no es sólo para subsistir;

cantas, describes, cuentas, susurras, besas.


Tu existir  no sólo cumple funciones perfectamente codificadas;

esparce vida en ti y quienes te rodean, se embriaga con tus sentidos

te aventura en todas direcciones, se da y se comparte, y luego recibe.


Tu latir no sólo responde a instintos y necesidades,
               
                                va detrás de sueños, de amores.



                                     [Eres cuerpo y tienes alma].
                                                                                             
                                  [Eres posibilidades, trasciendes]                                                                                   



martes, 20 de marzo de 2012

Kaneshie house

Con Victoria, sonriente, agradable, perezosa

Nos hemos ido. Hemos dejado el viejo hogar de Kaneshie por situaciones ajenas a nuestras voluntades.
Mientras que algunos se quejaban de las condiciones de la casa, la suciedad, el polvo, el barrio o la iglesia estruendosa al lado, yo me quejaba únicamente de los roedores que, si bien nunca me topé con uno, era comúnmente sabido que los había por aquí o por allá. 

Nos hemos ido y Victoria se ha quedado. Ella, la primera africana con la que mantuve contacto y con quien intercambié apretón de manos y sonrisas. Ella que me enseñó mis primeras palabras en twi: adamfo/amigo, y ntomtom/mosquito. Ella a quien vi coser tantos uniformes para ganarse la vida, a quien le pagamos cada semana para que "mantuviera limpia la casa" y lavara nuestras ropas. Ella que siempre andaba de buenas, que imponía, que en alguna ocasión tarareó para mi una canción de su iglesia. 

Nos hemos ido. Así como se dice que las personas al irse dejan su esencia o estelas de su energía por los lugares en donde anduvieron, así creo también que las casas dejan su huella, su amplitud, su obscuridad, sus resplandores, la luz, viento y polvos almacenados con el paso de los años en el alma de uno. Los ratos que allí pasé, aunque hayan sido tan sólo en espacio de un mes y medio, fueron suficientes para apegarme al hogar, a su comodidad, a sus muebles viejos y sucios, a su pasillo extenso y lúgubre, al porche fresco, a mi cuarto pequeño, a mi propio baño con agua siempre fría para refrescar, a pasar las noches y sus calores con nada más que un ventilador y un abanico. 


Sí, estoy seguro de que no es una casa bonita, que no es la más cómoda, que no es la más reconfortante, pero significó mucho por ser mi refugio en mi primera vez en África. Porque bajé de un avión, emocionado, acalorado, nervioso, y mi cuarto me pareció salvaje, retador, lleno de historias de quién sabe cuántas personas más que allí hayan pasado alguna temporada. Porque como extranjero sin experiencia llegué temiendo a los mosquitos, a la malaria, y el cuarto me brindó confort; en él pasé miedos por las noches esperando no ser picado por mosquitos o arañas, en él rocié suficiente insecticida como para aplacar una plaga de paleozoicas cucarachas...


Lo recuerdo al cerrar los ojos: es de noche, no hay luz encendida más que la que llega de la iglesia de al lado, ilumina contornos de mis pertenencias y de la cama; las bocinas que usé como mesitas, el constante zumbar del ventilador. Este cuarto me vio experimentar mis primeras sensaciones en este continente lejano, mis primeros miedos, mis primeros nervios, mis primeros suspiros de melancolía. No es un cuarto que resalte por nada en especial [salvo tal vez la curiosa decoración que le pusieron], pero para mi, fue mi primer aliado, mi refugio, mi primer hogar.

Nos hemos ido y ya extraño esa mi primera cálida trinchera africana...