El que busca encuentra...

jueves, 18 de abril de 2013

Fuego fatuo


Entramos. 
Como haciéndonos tontos esperamos un poco.
No hay un pretexto claro, pero no subimos aún a dormir. Algo nos llama a esperar un poco. Tal vez nuestras miradas a lo largo de lo nuestro -no sólo la noche sino seis años de conocernos- han dicho algo más. 
La gente se sube, tú y yo nos quedamos en tu sala, como quien tiene mucho que meditar, que reflexionar; como si fuese absolutamente necesario seguir echando leña al fuego que mantiene caliente la sala, tu rostro, el mío, si bien tus manos, no las mías; yo tengo un frío que me recorre, no por el clima, sino por saberme allí a tu lado, ambos iluminados por la tenue luz apenas delineando nuestros rostros, tus labios.
Yo te veo y tiemblo, mis manos no mienten y el frío que tengo habla de un posible contacto contigo. No sé cómo hacer estas cosas; no sé si te interrumpo mientras hablas y te beso, si espero a que estemos en silencio y me acerco de súbito...
Vienen conversaciones, charlas extensas sobre cuestiones cruciales: la vida, su sentido, la muerte, la extinción de cada uno, las mágicas posibilidades de la trascendencia del alma, las coincidencias, las decisiones. Temas que los más grandes han abordado sin concluir nada. Y al mismo tiempo, a la par con esas incógnitas magistrales, gira inexorable la posibilidad de besarte.

A veces te acercas, otras te alejas. Entre sueño, francés, alemán e idiomas varios nos contamos cosas, nos describimos, descubrimos. Pero qué diablos, todo lo que decimos bien podría ser tema en otra ocasión. De momento estamos tú, el fuego y yo, y tal vez -sólo tal vez- la posibilidad de que tú también estés imaginando un acercamiento conmigo.
Está en mi el tomar la decisión y acercarme; de momento seguimos la charla, como si cada nueva oración valiera más que besarte; como si cada conclusión ilusa sobre el más allá fuera mejor que sentir tus labios por vez primera. 

Tú, la que a todos nos pareces guapa, la que pocos han conquistado. Y heme allí yo, finalmente armado de valor, te acaricio el rostro y me acerco, no te alejas, todo es posible...

Toco tu rostro con el mío, respondes el llamado, rozo tus labios sin besarte, tú igual.
Comienza, es magia, son chispas que no sólo vienen del incesante fuego, sino de un pasado y un vínculo que tenemos de tiempo atrás: una deuda mutua.
Te tomo del rostro y nos besamos, todos duermen, nada importa, sólo nosotros.
Sigo recorriendo tu rostro, desconozco si te molesta, pero es una manera de decirte que me gustas, que siempre me has gustado; es mi manera de demostrarle respeto a tu belleza, a tu feminidad. 

Charlamos un poco más. Al levantarnos te aproximas a mi, como gustosa de lo que acaba de ocurrir, como no queriendo que concluya. Me rodeas con tus brazos el cuello, no me lo creo, te tomo de la cintura, quiero más de ti, quiero todo lo que representas, quiero todo de ti. Pero por ahora el momento queda eternizado. Gracias.