El que busca encuentra...

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Incertidumbres otrora ciertas

Pero lo cierto es que mi memoria se ha ido alejando de aquel prado
 y son ya muchas las cosas que he olvidado.
 Al escribir así, persiguiendo mis recuerdos, 
a menudo me asalta una inseguridad terrible. 
¿No estaré olvidando la parte más importante? 
¿Acaso no existe en mi cuerpo una especie de limbo de la memoria
 donde todos los recuerdos cruciales van acumulándose
 y convirtiéndose en lodo?
-Tokio Blues, Murakami-


Axim. Autor.


Despliego ante mi mente momentos compartidos, episodios, encuentros, noches eternas bajo frío aire artificial, días de descubrimiento, de temores. Al final del día cargo conmigo memorias que fui creando inconcientemente, más todas aquellas que a propósito pausaba para disfrutar, deleitar, saborear.

Acumulo todo lo que la envuelve y agradezco tanta algarabía, tanta felicidad inadvertida que formaba parte de mi sin necesidad de presumirla, de alabarla.  Soy los cúmulos acumulados de quien fuí a su lado, aunado al individuo que ha rememorado, que ha agradecido, que ha deseado retroceder y tomar decisiones más tajantes: soy quien fui a su lado, más quien soy sin ella. 

A veces, lo incierto se transforma en sólidas verdades innegables.
Y todo lo cierto, todo lo factual, se vuelve, en ocasiones, incertidumbres.

Incertidumbres otrora ciertas.



viernes, 7 de agosto de 2015

El Océano y yo

Pescador en Bretagne. Autor. 2007

Hace ya más de ocho años me sentaba frente al Océano Atlántico en las costas de la Bretaña francesa. En su momento, la inmensidad y total asombro que provocaba en mi la interminable masa acuática me llevó a escribirle un poema que había quedado como el agua misma: profundo, transparente, cierto, real. 

Lamentablemente el poema se perdió con el paso de los años, pero recuerdo, grosso modo, cómo concluía:

Y yo tan pequeño: 
No rujo, 
No me expando infinitamente,
Sólo amo.

sábado, 28 de marzo de 2015

El dolor ajeno

Timbuktu (2014) Foto tomada de Google

Fue una de esas tardes en que entras a la Cineteca Nacional con hambre de buen cine, de empaparte de perspectivas diferentes, de ver el mundo a través de los ojos del mundo y no los propios. Voy acompañado del amigo cineasta, el crítico, el triunfador con sus visiones e ideas: no hay mejor compañía para el cine de arte que alguien que sabe guardar silencio y disfrutar cada detalle de lo que se presenta ante los ojos.

Elegimos un film que llama la atención por su sinopsis y por el cartel: Timbuktu

Es una película cuya historia se lleva a cabo en Malí, en el África Occidental, en donde se ha impuesto el Estado Islámico. Se suprime, se exige silencio, se cubre a las mujeres que se vuelven apenas fantasmas, se prohíbe la alegría, se apedrea a los nuevos culpables, se arranca todo de esa gente maravillosa para sembrar una ley ajena, un cosmos que censura: la vida, colores, música y espíritu tradicionales afroccidentales se suprimen entre las dunas del Sahel

No es más que natural experimentar ese dolor prestado que nos transporta hasta esos montículos de arena interminables, en donde se ha arrancado a las personas el derecho a la libertad, a la vida. La empatía se exacerba y duele estar sentado a miles de kilómetros de distancia de donde tanta gente ahora mismo sucumbe ante las imposiciones e ideas exógenas. Los egoístas problemas a los que nos enfrentamos como sociedad, como país, se minimizan cuando uno constata que hay tantas cosas yendo tan mal allá afuera (claro, aquí adentro también). 

Pero al menos salgo de la película con un latido humanitario, un llamado a hacer algo, a descubrir mi camino que a ratos me habla de volver a salir, de ir y hacer, luchar, ayudar: el dolor ajeno me susurra muy apenas que uno debe ir a donde los hermanos lo necesitan, donde lo poco o mucho que somos, puede ser la diferencia en el resto de las vidas de tantos seres humanos que tienen el mismo derecho a ser felices y respirar cada día la libertad....

jueves, 26 de febrero de 2015

We are all made of Stars

El cielo desde una playa africana. Autor.

Las eternas dudas que han invadido al hombre desde el inicio de los tiempos -más bien desde nuestro inicio- me invaden: ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué nosotros? ¿Por qué cada uno? ¿Qué sentido tiene mi existencia? ¿Vengo aquí a darle sentido a la unión coincidental de circunstancias que me dieron existencia? ¿Soy imprescindible? ¿Vengo a jugar un rol específico? ¿Soy sólo un hombre más que llegó y se irá sin dejar huella? ¿Soy un milagro? ¿Todo es un milagro? ¿Todo es un engranaje que no lleva a ninguna parte?

Me confunde mucho seguir pensando en tantas dudas que me bañan cual lluvia o ducha. Ninguna parece tener una respuesta clara, pero noto que prefiero en mis adentros darle cierta respuesta o cierta dirección a la respuesta de cada una. Prefiero creer en tal o cual respuesta. Al final, cada uno preferimos y elegimos esas respuestas; no es que exista una respuesta (¿O sí?), sino que depende de lo que queremos o no lograr/trascender en el mundo y el tiempo. Resultaría completamente deprimente hacernos a la idea de que no estamos aquí por ninguna razón, que repetimos grosso modo la vida de nuestros antepasados: nacer, crecer, reproducirse, morir. No es grato pensar que nada de lo que hagamos (o más bien, que todo lo que hacemos) valdrá, trascenderá. Sí, puede refutárseme que el punto es trascender la vida de cada uno, darnos un sentido propio y compartir ese sentido con los próximos, con nuestro producto humano que traigamos al mundo. Pero, si dejamos de lado esas sensibilidades y positivismos, nos aterra creer que se nos va a ir la vida en mil y una actividades que al final no dejarán nada, porque sólo dejaremos a quienes hayamos traído, y pasarán la estafeta a sus sucesores, y así sucesivamente hasta que quede un último ser humano y se pregunte ¿Y yo qué carajos hago aquí? 

Ese último ser humano, supongamos, no podrá dejar hijos o huella, pues nadie más estará después de él para apreciar lo que sea que haya logrado, construido, escrito, amado. Entonces, bajo ese supuesto del último humano, ¿Qué sería de su vida? ¿Qué sentido tendría su existencia? ¿En qué invertir su tiempo y sus emociones si se le asegurara que nada queda después de él? La respuesta, creo que ya la vamos intuyendo, sería hacer algo que a él le de sentido su propia existencia, ergo, disfrutar. Nada quedará, así que disfrutar lo que se haga, hacer lo que se quiera, querer lo que se haga. Y volvemos a esa subjetividad de la existencia del ser humano....

Otros podrán meter a Dios en la discusión. El Dios de cada uno, que quede claro. Nadie nos ha comprobado que existe sólo uno, o que nuestro Dios es el mismo que el de los musulmanes, o que sea amigo celestial de los Dioses de las religiones politeístas. Dejemos de lado el concepto Dios(es). La verdad irrefutable es que nosotros somos quienes estamos aquí, no Dios(es). Si él nos da o no un sentido, es cosa de cada uno y su pacto personal con él, su relación personal con él.

De nada estamos seguros, aparte de que estamos aquí y ahora. La única gran verdad es la que uno mismo le otorga a su vida y su existencia. El disfrute es lo único que nos humaniza, que nos declara capaces de sentir y emocionarnos. No puedo ni debo apostarle demasiado al futuro, que es un concepto que nos es ajeno; tampoco puedo mirar eternamente al pasado, que, a final de cuentas, ya no existe. ¿Qué dejaremos detrás entonces? Aquello a lo que demos significado personal, aquello que encienda nuestras almas. Nada más.

Y vuelve a mi mente esa vieja estrofa de Drexler:

"No dejaremos huella, sólo Polvo de Estrellas..."

domingo, 15 de febrero de 2015

Mi hechura

Yo te llevo dentro, hasta la raíz
Y por más que crezca, vas a estar aquí

Aunque yo me oculte tras la montaña

Y encuentre un campo lleno de caña

No habrá manera, mi rayo de luna,
Que tú te vayas
-Lafourcade-


Yo, vengo...
  • ...del país en el que al Norte lo quema su sol, y al Sur no lo suelta su lluvia.
  • ...del Estado Grande. El ganadero, el de las Barrancas del Cobre, las Cascadas y los ligeros rarámuris con sus coloridas ropas. El del río Conchos, Sacramento y Santa Isabel. El de la ciudad manzanera. El de las minas. El de Ciudad Juárez con sus fronteras y las dunas de Samalayuca. El del sotol y la carne seca. El de las quesadillas en Villahumada. En el que se establecieron los menonitas. 
  • ...de la abuela quien, al darme su bendición el día de una despedida, volteó escéptica su mirada al cielo e inclemente vociferó "Si hay o no Dios, ¡cuídenmelo!". La que inició mi pasión por el francés, haciéndome repetir las mínimas expresiones galas. La misma que en algún momento me enseñó que la verdad debía decirse siempre, aunque fuera motivo de escándalo. La que fue cortejada por Frank Sinatra en las Vegas. La que acompañó al porche a su amigo una noche de licores y lluvia, y quien, al ver un murciélago colgando en lo alto del techo, se inclinó solemnemente y dijo en tono elegante "Majestad, se le va a mojar su capita". La que me aconsejó salir corriendo al menor signo de temblor. La que me pidió amablemente no dejarme seducir por las mujeres. La que, curiosamente, confesó en algún momento que su vida sexual había sido "excelsa y abundantísima". La que lleva chantajeándonos con su muerte desde 1988 (seguro desde antes, pero ese es el año en que yo vine al mundo), y que hoy en 2015 sigue más viva que todos. La que memorizaba increíbles frases como las siguientes:

"En los tiempos de bárbaras naciones, de las cruces colgaban los ladrones. Y ahora, en el tiempo de las luces, del cuello del ladrón cuelgan las cruces". (Dicho por Mamalola)
"Yo soy de cuando los barcos eran de madera y los hombres de fierro.  Hoy los barcos son de fierro, y los hombres de madera." (Dicho por Papabuelo)
"Admiro el cielo azul y el agua clara. Hipócrita antifaz nunca me ampara, ni disfrazo jamás mi pensamiento." (Papabuelo)

  •  ...del abuelo bohemio que tocaba el piano con total entrega y pasión, apodado incluso Chopin. En cuyo regazo me ponía de pie y husmeaba su pecoso cráneo. Hombre de enorme corazón entregado a su mujer y seis hijos, entre ellos, mi madre. Gracias a quien comemos pastes ciertas veces al año, por aquello de que "Venía de Pachuca". El filatélico.
  • ...de la abuela creyente y entregada a su Iglesia. La que siempre estuvo orgullosa. La que nos consintió como nadie más. La que entregó amor cada día de su vida, desde las 5 de la mañana hasta las 11 de la noche que terminaba de rezar por todos y cada uno de sus familiares y conocidos. 
  • ...del arquitecto. De hecho es más correcto decir, de "El Arqui", como se le conocía. El que salió de la ciudad en búsqueda de mejores estudios, y pudo volver para construir grandes obras en la época de modernización de Chihuahua. El inseparable amigo y socio de El Arqui Lafón. El culto, el lector, el crítico, el involucrado con su ciudad. El firme y recto. A quien vi derramar lágrimas cuando leyó un extracto de "Por quién doblan las campanas". El que me ayudaba a cargar el "colchón mágico" a su habitación para dormir con ellos. El orgulloso estudiante de la UNAM. El amigo de José Fuentes Mares. El de los miles de vinos degustados y disfrutados. Aquel cuya madre jugó dominó conmigo y pasó de los 100 años.
  • ...de la madre amorosa y sonriente. La de cabello chino y dorado bajo el sol. La que perdonó mucho tiempo, y aprendió a poner límites. La latifundista de Creel. La que canta a Mexicanto, Milanés, Rodríguez y Sosa. La del eterno abrazo a todo aquel que se le ponga enfrente. La que acompañó a la increíble Güera hasta el final, y de quien tanto aprendió. La sencilla, la amable, la que llega a sentir desesperación (y se nota en su voz que sale a través de dientes apretados) por tanto cariño por volcar en un bebé, un sobrino, un animal.
  • ...del padre honesto y noble. El del corazón enorme, siempre buscando apoyar a su familia. El que colecciona discos y vinilos, y con delicadeza limpia cada uno antes y después de disfrutarlo. El que en su momento perteneció a la poco popular "7 Gang". El de los cigarros. El que se viste con su chamarra a cuadros y borrego por dentro. El que fue, a su vez, el nieto consentido de su abuela. El que enfrentó adversidades y nunca dejó de creer en lo bueno, en lo correcto. 
  • ...de tíos antropólogos que me han motivado a lo largo de la vida, como si fuera un hijo propio. De deportistas y fumigadores. Del genio políglota. De la que me enseñó El Paso a lado de mis primos. De un doctor zurdo. De maestros. De gente que vivió en Boston y disfrutó su tiempo afuera. De el tío más querendón y entregado, el de las pistas de carritos en el patio marcadas con gis, el de los disfraces, el imitador, el de las bromas, el que siempre hace reír, el que se comprometió al cuidado de la abuela, el mujeriego, el desordenado, el de mayor corazón.
  • ...de la misma sangre que fluye en el hermano hiperactivo y brillante. El poco atento por estar pensando en cosas más importantes. El de los carritos. El que dibujaba carreteras con postes de electricidad y cables. El próximo gran Arquitecto. Al que he intentado guiar, aconsejar. El que me ha enseñado a no preocuparme tanto y disfrutar más. El que disfruta poniendo a las personas en situaciones incómodas para ver cómo reaccionan. El que una vez aplastó un pollito y lo destripó. El único que tengo para ser cómplice y compañero por la vida. 
De esos vengo. Y esto soy; una mezcla innegable de bondades, dones, caminos. No oculto mis raíces, sino que con orgullo hago crecer mis ramas con frutos de los cuales puedan estar orgullosos. Y así, algún día, pueda yo ser hechura de alguien más, alguien mejor que yo en todos los sentidos.






domingo, 18 de enero de 2015

Some Nights

Te veías hermosa, llena de emoción y expectativa: sensual.
Nunca te dije qué te esperaba en algún punto del show, pero sí te previne acerca de que te encendería el alma, te transportaría conmigo a un océano de distancia, allá en donde la hacíamos de directores de orquesta -y específicamente, de percusiones- mientras sonaban nuestras canciones favoritas y se colaba un aire cálido y húmedo por las ventanas entreabiertas.

Y así, en plena oscuridad y tras haber disfrutado alguna canción recién ejecutada, el teatro entero se calla y sólo noto tu exaltación al escuchar la introducción en coro:

"Some nights I stay up cashing in my bad luck, 
some nights I call it a draw. 
Some nights I wish that my lips could build a castle,
 some nights I wish they´d just fall off..."

Me aprietas el brazo derecho y algo balbuceas, me miras como agradecida, encendida, plena: me encantó la forma en que te diste cuenta que te había cumplido un sueño compartido meses atrás, y que lo había logrado tan sólo con pedírselo a una gran amiga que accedió a mi petición. Y allí, frente a esos enérgicos bateristas tocando de pie el uno frente al otro, estábamos de vuelta en nuestra madriguera, lado a lado, disfrutando las percusiones y coros que habíamos "practicado" en numerosas ocasiones. Cada uno con cierto grado de autismo tras subir el volumen en la parte clímax que nos une meta-físicamente en una erupción volcánica bajo una noche de luna llena sobre la playa y el retumbar de tambores y guitarras.

Hoy, tras tardar tanto en darme cuenta de lo esencial en mi vida, de mis sentimientos y anhelos contigo, some nights I´m scared you´ll forget me again, aunque también some nights I always win, I always win...