Caminabas con él a tu
lado, yo me acerqué solitario
Cada paso me aceleró
el alma, la vida
Allí estabas, de nuevo
frente a mi, bella, misteriosa
Como temiendo que tras
haberme dejado, yo estallaría.
Tú también temblabas (los
nervios se pueden controlar,
los sentimientos
genuinos no). Un abrazo sincero, algunas
pocas palabras. Un
beso que nos debemos de hace años.
Un beso que nos
regalamos, que nos tranquiliza, que es
insuficiente, pero es, al menos, un fugaz redescubrimiento
de quienes fuimos, de
quienes seríamos a partir de ahora.
Me acerco a tu oído,
algo estoy por compartirte, por susurrarte
pero me gana el
recuerdo del tacto en tu rostro y te siento:
mis dedos te recorren
y tú te estremeces, yo por dentro me
desvanezco; no es
posible que tenga tantas ganas de ti,
después de tantos
años, después de tanto, después de nada de tu parte.
Pero cuando uno está
frente al amor de su vida,
las palabras suelen no
fluir como debieran
Y toda la poesía, los
libros, el arte que surgiría
en otras condiciones,
no da señas de existencia, no brota.
Me contenté con
decirte “No tomes decisiones aceleradas”
Como queriendo decirte
que (cuando te sueño) estamos
destinados,
que no en vano vibras, sonríes y respondes a mis besos,
Que quien sea que te
acompañe en tu andar
jamás se entregará a ti como yo lo he venido haciendo
-a través de realidades, incertidumbres, quimeras-
jamás se entregará a ti como yo lo he venido haciendo
-a través de realidades, incertidumbres, quimeras-
desde que fusionamos, una
noche eterna, los labios, las almas.
Como un perpetuo vaivén de las olas sobre la arena
esta noche has vuelto a mis sueños.
No te he invitado, y sin embargo volviste.
No ha sido cierto, es cierto, pero me ha hecho sentir más vivo.
Sí, definitivamente.
Si soñarte es un
error, quiero volver a cometerte.