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domingo, 14 de enero de 2024

Aoto

Les pido a Shogo y Aoto que me acompañen, tengo algo que mostrarles. Nos ponemos los zapatos, Aoto -metódico como siempre- se cuelga al hombro su morral con sepa Dios qué cosas dentro mientras que Shogo se nota aflojerado y desalineado, como siempre. 

Subimos al Versa y los estudiantes japoneses, sin saber bien si uno de ellos debía subirse de copiloto conmigo o no, se sientan detrás, lo que me da la sensación de conductor de Uber. No digo nada, por miedo a incomodarlos o verme imponente de manera innecesaria.


Como no tengo ocasión más perfecta que esta para escuchar y comentar la música de Shugo Tokumaro con nadie más, decido ponerles mi playlist del virtuoso nipón cuya música me habla y satisface necesidades Tiersenescas con un aire mucho más lúdico y vivo, menos melancólico. Veo a través del retrovisor que una vez que inicia la música, descubren en ella de inmediato un toque hogareño, probablemente, y se miran un poco sorprendidos entre ellos sin ver que lo noté. Les comento que es un artista de recién descubrimiento y que me gusta mucho escucharlo a todo volumen, se sonríen un poco, me traducen lo que está cantando -que a decir verdad no me esperaba ni poético ni virtuoso-, y seguimos el trayecto disfrutando la música.


Los llevo a Petrie Island, para estas horas el atardecer comienza a dibujarse en los cielos del este, y la caminata por las arenas y senderos rumbo al río es tranquila y callada. Puedo notar que Shogo está allí por mera indicación mía, pero es claro que Aoto, un muchacho de dieciséis años, es mucho más profundo y perceptivo, y lo veo admirando árboles, montes de arena, tomando fotos aquí o allá. Al llegar al río es claro que él está teniendo un momento de paz y admiración, y me dice en su tosco pero pragmático inglés “this Beautiful”, y toma algunas fotos más. Shogo, tal vez por no verse tan desconectado, responde con un breve “yes, nice”. 


En lo que Shogo se pone a dibujar con sus tenis algo sobre la arena, Aoto y yo caminamos un poco más hacia el este juntos, y le comento que este es un lugar que me gusta frecuentar por la paz que me brinda, el caudaloso río, los árboles, la caminata en la arena. Me dice que entiende por qué me gusta, y me agradece el haberlo traído aquí. Yo mismo le agradezco de vuelta el haberme acompañado y le digo que es un momento que voy a atesorar también.


Aoto´s Haiku


Atardecen colores

Sobre el río helado

Aoto sonríe