Hemos cenado, hemos bebido, nos hemos acabado tu botella de Cova do Anxel que has traído de Vigo. En
el bar quedamos muy pocos, cinco a lo mucho. Nos retiramos, pero en lo que voy
a subirme al coche me llamas y me acerco a ti. Me dices que tienes una
confesión que hacerme, y consiste en que al inicio te gusté, pero por miedo a
arruinar las cosas, preferiste no hacer nada. Yo, la verdad sorprendido, no sé
qué hacer. Te veo cerca. Habíamos hablado de manos y labios, de formas y
sensualidades, y ahora, justo frente a mí y tras una confesión tal, algo me
dice que debería besar esos labios tan tentadores.
Pero no lo hago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario